SLMDV – Capítulo 32

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 Capítulo 32

No me dejes (I)


Hir corría por los campos con lo que parecía una verdadera sonrisa extendida en su rostro. Lila hizo todo lo posible por seguirlo con sus zapatos de tacón. Ella pudo haberlo subestimado, en comparación con sus pequeñas piernas, la velocidad de Hir fue más rápida de lo que esperaba. Lila lo perdió de vista mientras corría detrás de una cerca del jardín, fue entonces cuando escuchó un pequeño golpe en la hierba.

Lila se dirigió a la fuente del ruido y pudo ver a Hir acariciando sus rodillas con dolor.

Lila se inclinó hacia él y le tocó las palmas rojas. 

—¿Estás bien? —Dijo con un tono preocupado.
—Uhh... No fui yo.
—¿Qué?
—¡No fui yo! No me caigo como... Un niño.

La mirada de Lila se dirigió hacia donde sus lindos tirantes amarillos estaban manchados de tierra en las rodillas.

—¡Realmente no fui yo!

Lila no pudo evitar reírse de la reacción de Hir al cuidar de él. Es un niño.

Se dio cuenta de que lo estaba mirando sin comprender, así que volvió a sus sentidos. 

—Entonces, si no eres tú quien cayó, ¿quién lo hizo? Tengo que ir a buscar a esta persona ahora porque estoy preocupada por ella. —dijo Lila levantándose y actuando como si estuviera buscando a alguien más.

Hir parecía traicionado. 

—¡Oh! ¿Adónde vas? Dijiste que me empujarías... En los columpios. 

NT: Me quiero secuestrar a Hir. Es taaaaan lindo.

Lila tenía una sonrisa de satisfacción en su expresión cuando vio que su plan había funcionado. Pero ella no esperaba que él se olvidara por completo de su caída y hablara del columpio.

Si ese fuera otro niño, seguramente habría llorado y permanecido herido por mucho más tiempo.

Pero cuando se volvió para mirarlo de nuevo, vio la pequeña mirada de decepción que tenía en su rostro.

Realmente es demasiado lindo para decirlo.

Los labios de Hir se abrieron cuando Lila no pudo controlar su expresión. 

—Uhh… La persona que se cayó dice que no le dolió mucho.
—¿Como sabes eso? Dijiste que no te caíste y tengo que ir a buscar a esa persona.

Lila ocultó su sonrisa y se dio la vuelta como si realmente se fuera a ir una vez más. Con un grito ahogado, Hir corrió y agarró la manga de Lila con su pequeña mano. Sus ojos brillantes miraron los de ella.

—¡Fingí, en realidad! —Dijo mirando hacia abajo para ocultar sus mejillas avergonzadas. 
—En realidad... Yo soy el... Que se cayó. —Incluso sus orejas parecían enrojecer por la vergüenza—. Así que por favor... No te vayas sin mí... Madre.

Lila sintió un fuerte arrepentimiento arrastrándose sobre su espalda solo de ver su rostro avergonzado. 

—No te preocupes, Hir. Nunca te dejaría.
—P-pero... Dijiste antes que te ibas a ir-.
—Ahora, ¿estás bien? —Dijo ella, inclinándose y sacudiendo el polvo de sus rodillas.
—¿Tú... Sabías que fui yo el que cayó?
—¿Qué? No, no lo sabía.
—Oh… Vale. —dijo, sabiendo muy bien que ella sabía exactamente que él fue el que cayó.

Lila lo vio hundirse la cara entre las manos por lo avergonzado que estaba. 

—Hir, tu cara está demasiado roja. No te sientes mal, ¿verdad?
—¡Deja de burlarte de mí… !

Hir sacó los labios y los ojos de Lila se calentaron ante la escena. Lila sólo podía ver sus dos ojos redondos mirándola entre sus dedos. Los ojos de Hir se agrandaron.
—M-Madre.
—¿Sí, cariño?
—Estás sonriendo.
—Lo estoy. —dijo Lila como si no fuera nada—. Es porque eres demasiado lindo.

Hir se hundió aún más en sus manos, ya ni siquiera podía ver sus ojos. Pero justo cuando iba a consolarlo, una pequeña lágrima cayó de entre sus manos.

Lila no pudo evitar tener los ojos un poco llorosos, era realmente una escena fascinante con la brisa de la mañana. Ella contuvo sus lágrimas por razones adultas. Se volvió para mirar al pequeño niño tímido que escondía su rostro entre sus manos.

«Es más tímido de lo que esperaba.»

Lila pensó que debería felicitar a Hir en el futuro si quería ver sus adorables payasadas.

—¿Te duelen las rodillas? —Preguntó ella suavemente.

Hir levantó levemente la vista de sus palmas. 

—No, está bien... Me caí ligeramente.

Ella examinó el daño que le habían hecho las rodillas. Parecía que solo había algunos rasguños y raspaduras en comparación con lo que el sonido de la caída la hizo creer.

—Eso es un alivio. Entonces no necesitarás ungüento. 

Hir no parecía afectado en absoluto por esto. 

—¡Vamos a ver el columpio, por favor!




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